Asociación Nacional de Universidades
e Instituciones de Educación Superior
Al servicio y fortalecimiento de la educación superior.
16 de Julio de 2025
En un momento histórico en el que la educación superior enfrenta desafíos profundos, desde la digitalización acelerada hasta la desvalorización de la ciencia y la urgencia de repensar los modelos de enseñanza, dos académicos de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) han construido una propuesta pedagógica que responde a oportunidades para imaginar y construir otros mundos posibles.
Las doctoras Mariana Peimbert Torres y Alejandra García Franco, profesoras de los Departamentos de Ciencias Naturales y de Procesos y Tecnología, respectivamente, han desarrollado desde 2024 el curso optativo Educación como catalizador: transformando la percepción cultural hacia las científicas , que se ha convertido en una experiencia formativa que articula la teoría crítica feminista, la epistemología situada y la pedagogía activa para modificar el aula en un espacio de reflexión, agencia y transformación cultural.
Durante su presentación, realizada en modalidad mixta en la Sala del Consejo Académico del campus mencionado y que llevó por título el mismo nombre del curso, las investigadoras subrayaron una idea central: la universidad forma profesionales y es además una esfera de creación, imaginación y cambio social. “El aula tiene muchas limitaciones, pero sigue siendo un escenario de posibilidades”.
Citaron a la escritora y activista estadounidense, Bell Hooks, para enfatizar que el aprendizaje puede ser un lugar donde se construye un paraíso, incluso dentro de estructuras académicas rígidas.
Desde su concepción, el curso se propuso como un espacio seguro y participativo, donde las y los estudiantes pudieron conectar la teoría con sus propias experiencias. Inspirados por la pedagogía crítica y el feminismo, Peimbert Torres y García Franco diseñan una metodología activa basada en el aula invertida, el diálogo horizontal, la introspección y la creación colectiva.
De acuerdo con su propuesta en la que ha trabajado durante los últimos dos años, está estructurada en tres grandes bloques: científicas pioneras antes del siglo XX, teoría feminista y epistemología crítica, y científicas contemporáneas. A través de lecturas, debates, presentaciones y ejercicios introspectivos, el alumno analiza las trayectorias de mujeres científicas, reflexiona sobre sus contextos sociales y políticos, y cuestiona la visión androcéntrica y colonial de la ciencia.
Inspiradas por autoras como Sandra Harding y Eulalia Pérez Sedeño, las profesoras invitan a pensar la ciencia no como un saber objetivo y neutral, sino como una práctica situada, atravesada por relaciones de poder, contextos históricos y estructuras de género. “La ciencia es subjetiva (…) y reconocer desde dónde enunciamos lo que decimos es fundamental para construir un conocimiento más justo y plural”.
Agreguen que el diálogo debe ser colectivo, la introspección personal y la creación de productos colaborativos. Uno de los aspectos más valiosos es el impacto emocional y formativo en las y los estudiantes. En ejercicios de cierre, como la redacción de apariencias personales, muchas compartieron historias de vida, obstáculos enfrentados y descubrimientos personales.
Las respuestas recogidas revelan que el curso no solo transmitió conocimientos, sino que transformó percepciones, fortaleció la autoestima y generó vínculos afectivos. “Aprendí que ser científico no es solo lo que haces en la academia, sino lo que llevas a cabo afuera y tus vivencias en diferentes ámbitos”, escribió una estudiante.
Además, permitió a las y los estudiantes reconocer sus propios prejuicios, valorar sus capacidades y desafiar la idea de que las ciencias son exclusivas de personas con ciertas características. “Aprendí la importancia de fomentar espacios de representación”, escribió otra alumna. “Incluso aprendí sobre distintas narrativas del conocimiento situado y las problemáticas sistémicas que enfrentan y han enfrentado las mujeres en la historia”.
Peimbert Torres y García Franco insistieron en la necesidad de abrir sitios como este. "Si queremos transformar, tenemos que abrirlos para ello. No basta con informar: hay que transformar".
Para cerrar su presentación, los académicos propusieron una metáfora: pensar la universidad como un arrecife. “Un espacio que no solo forma profesionales, sino que cultiva la diversidad, que da condiciones para que muchas identidades florezcan”. En tiempos de incertidumbre y cambio, este tipo de iniciativas recuerda que la universidad puede y debe ser un lugar donde se cultive la imaginación, la agencia y la esperanza.
“Transformar la violencia de género no es solo una tarea institucional, es una responsabilidad colectiva (…) Y creemos que la educación, cuando se hace con compromiso, afecto y pensamiento crítico, puede ser una herramienta poderosa para lograrlo”, puntualizaron.